El 30 de junio nos juntamos 11 ciclistas con ganas de repetir la vuelta al Anboto con la compañía de un grupo de confianza y buen ambiente. Amaneció bastante nublado, pero con suficiente calor como para ir con el maillot de manga corta. No pudimos contemplar la cima del Anboto a medida que subíamos, pero tuvimos la ventaja de que las nubes nos protegieron de la intensa y peligrosa radiación solar.
Esta vez como ya conocíamos la ruta, no nos equivocamos, y la verdad es que terminamos el recorrido antes de lo que pensábamos. Empezamos subiendo en grupo tranquilamente por la pista ancha que empieza en Apatamonasterio, disfrutando del aire limpio y el frescor de la mañana. Cuando entramos en calor, Dioni el de Basauri se dio cuenta de que había perdido el pulsómetro. Decidimos que Jesus le iba a acompañar a buscarlo hacia atrás, y los demás continuamos subiendo despacio.
Al cabo de un rato, después de atravesar unos pinares por una pista ancha y fácil, llegamos a la cima del Besaide, donde nos reagrupamos. La mayoría elegimos el camino más sencillo por la derecha, pero Agus decidió subir un poco más para bajar después por una pendiente pronunciada. Mientras esperábamos, llegaron unos catalanes que estaban haciendo una ruta en bici por Euskadi. Cuando llegaron Jesus y Dioni, nos sacamos la foto todos juntos, y segimos hacia el Anboto subiendo por un sendero un poco más técnico.
Más tarde, llegamos a la zona del hayedo, donde hay barro y hojas secas en cualquier época del año. A pesar de que nos tuvimos que bajar de la bici varias veces por las rocas y el barro y darle al empujabike un rato, es precioso el paisaje lleno de colores, y en especial el verde del musgo y líquenes, muy abundantes en zonas húmedas y templadas como aquella. Ese tramo lo hicimos entre los catalanes, que venían de un pueblo cerca de Andorra, y por suerte no hubo ninguna caída importante.
Después de bromear un poco con los lobos y charlar sobre las posibilidades que nos ofrece el nuevo local, subimos por las campas las cuestas de gran pendiente, y nos reagrupamos otra vez, coincidiendo con los catalanes, donde nos sacamos otra foto con ese grupo de BTT. Tras reponer energías continuamos hasta llegar a la fuente, donde llenamos los botellines que estaban ya vacíos. A continuación seguimos con el último tramo de subida, hasta llegar a las campas de Zabalandi. A pesar de que el día anterior había hecho un calor sofocante y bochornoso, en estas campas hacía fresco y los que decidimos llevar un chaleco o chubasquero de manga larga en la mochila no nos arrepentimos.
Tras bajar con precaución por la pista ancha, donde nos cruzamos con bastantes montañeros pero no demasiada gente, llegamos hasta el monasterio. Nos sacamos un par de fotos en las cruces contemplando las vistas a las impresionantes montañas Anboto, Alluitz, Astxiki, Untzillatx, Errialtabaso, Artatzagan y Mugarra, y después de que Mikel nos demostrara de que puede hacer muchas flexiones y reírnos con sus ideas, bajamos por un sendero hasta la pista que baja a Atxarte. De ahí continuamos bajando por carretera un tramo, hasta que algunos giramos a la derecha para volver al coche por un entorno rural y sin tráfico, mientras que otros siguieron bajando para volver por la general.
Para entonces hacía ya calorcillo y algunos estábamos con poca energía. Después de subir unas pequeñas cuestas por una carreterita, nos metimos por una pista que parecía que iba a subir a algún monte, donde me paré un rato para reponer fuerzas. Al poco me di cuenta de que no habría sido necesaria la parada si hubiera sabido que solo quedaban 200 metros de subida y luego era bajar y llanear hasta los coches. Como anduvimos sobrados de tiempo, nos metimos en un bar de Apata para tomar un refresco. Ahí estuvimos hablando un rato de las marchas, las fiestas y los deportes, y volvimos a Etxebarri en dos coches más la furgoneta de Mikel.
Recordad que el 19 de julio tenemos la nocturna al Pagasarri. Equipados con las luces y chaleco reflectante, si hace buen tiempo, no hay duda de que será otra salida estupenda.
